Manchas: Lentigos y Melasma
LENTIGOS
Las manchas marrones que aparecen con los años —como los léntigos— no son solo un cambio estético: reflejan la huella del sol sobre la piel. Suelen aparecer en cara, escote y manos tras años de exposición, incluso desde la infancia, y forman parte del fotoenvejecimiento y del daño solar crónico.
Es habitual que generen preocupación porque cambian de aspecto o aparecen nuevas, y también porque pueden confundirse con lesiones malignas. Antes de tratarlas, es fundamental un diagnóstico adecuado para distinguir entre manchas benignas, daño actínico más avanzado o lesiones que requieran estudio o extirpación.
El enfoque médico prioriza proteger la piel y frenar la progresión del daño solar: fotoprotección diaria, activos despigmentantes respaldados por evidencia y, cuando está indicado, tratamientos como láser, o luz pulsada, siempre con una valoración cuidadosa del tipo de lesión.
Más que “borrar manchas”, buscamos cuidar la salud de la piel y prevenir problemas futuros, entendiendo el origen de esos cambios y acompañando a cada paciente con un plan personalizado.
MELASMA
El melasma aparece como manchas marrones o grisáceas, sobre todo en mejillas, frente y labio superior. Más allá de lo estético, suele generar frustración porque mejora en invierno y reaparece con facilidad en los meses de sol o tras cambios hormonales. No son “manchas del sol sin más”, sino una alteración crónica de la pigmentación en la que influyen la radiación UV y visible, las hormonas, la genética y la inflamación de la piel.
Requiere paciencia y un abordaje constante: fotoprotección muy estricta, rutinas despigmentantes basadas en evidencia y, cuando está indicado, tratamientos médicos seleccionados con cuidado para no irritar ni oscurecer más la piel.
El objetivo no es una solución inmediata y pasajera, sino controlar la pigmentación a largo plazo, evitar recaídas y mejorar la calidad de la piel con seguridad, acompañando al paciente en cada etapa del proceso.

